viernes, 29 de agosto de 2014

Agua oxigenada: ¿una gran aliada?


Hace unos días leí un artículo en un diario online acerca de las bondades del peróxido de hidrógeno, más conocido como agua oxigenada. El artículo comenzaba de la siguiente manera:

“En nuestro contexto depurativo, el agua oxigenada tiene la virtud de ser un práctico bactericida (sí, lo es), un eficaz recurso desparasitante y sobre todo, un eficiente aportante de oxígeno (¿?). Dado que el Peróxido de hidrógeno es simplemente agua con un átomo extra de oxígeno (¿simplemente?), al ingresar al organismo libera dicho átomo (¿al ingresar? no hablará de beber agua oxigenada, ¿o sí?) y eleva la concentración de oxígeno, lo cual acredita sus propiedades germicidas, viricidas, antisépticas, desinfectantes y desodorizantes.”

Luego de este párrafo, el artículo indicaba las dosis de ingesta diaria de peróxido de hidrógeno necesarias para “oxigenar” el cuerpo y varias razones por las cuales esta práctica nos purifica luego de pasar la etapa de efectos secundarios como diarrea y náuseas.

Investigando un poco más, descubrí que esta no es cosa nueva, sino una práctica de las llamadas terapias alternativas que recibe el nombre de “Oxigenación”, cuyo principio es aumentar la cantidad de oxígeno al interior del cuerpo mediante la ingestión de peróxido de hidrógeno, para gozar de sus bondades revitalizantes y sanadoras.


¿Simplemente agua con un oxígeno extra?

El mundo de la química es, para nuestro pesar, más complejo de lo que quisiéramos aquellos que alguna vez la tuvimos como ramo en el colegio o la universidad. Allí aprendimos que todo nuestro alrededor, incluido el aire, está formado por átomos y que estos, al unirse unos con otros mediante enlaces, forman moléculas de diversos tamaños las cuales también interactúan, aumentando la complejidad estructural, hasta encontrarnos con las cosas que podemos ver.

Los elementos –sí, esos de la tabla periódica– son átomos con características particulares que los definen y diferencian. Así, podemos distinguir un átomo de helio de uno de cobre, sodio u oxígeno por su estructura y cualidades. Una vez que estos elementos se combinan, las nuevas moléculas formadas tendrán nuevas propiedades que no tenían los elementos por sí solos y, para hacer las cosas un poco más complicadas, existen moléculas que están formadas exactamente por los mismos átomos, pero ordenados de manera diferente, lo que les da otras características y propiedades. Estas moléculas formadas por los mismos átomos pero con estructura distinta se llaman isómeros.

Un ejemplo de estos isómeros son la glucosa y la fructosa. Ambos tienen fórmula C6H12O6, es decir, tienen 6 átomos de carbono, 12 de hidrógeno y 6 de oxígeno. Sin embargo, estos átomos se ordenan en la molécula de manera diferente, dándoles propiedades que son características de cada una. Por ejemplo, al probarla, la fructosa es más dulce que la glucosa y además, la glucosa se absorbe mucho más rápido en el organismo, siendo una de las fuentes primarias de energía para nuestras células, mientras que la fructosa se almacena como glucógeno en el hígado, actuando como fuente secundaria de energía. Es cierto que ambas son azúcares y para una persona sana no debería haber problema en que consuma más glucosa o más fructosa, mientras las necesidades diarias estén cubiertas. Sin embargo, hay otras moléculas que pueden ser mucho más peligrosas si las consumimos ignorando cual forma es la indicada.

Un ejemplo de ello y una de las tragedias más grandes que han ocurrido en la historia farmacéutica es el caso de la talidomida, un medicamento creado en la década de 1950 con fines inespecíficos y que, con el descubrimiento de sus efectos sedantes, fue recetado a las embarazadas para controlar molestias como las náuseas. Con el tiempo, los médicos comenzaron a darse cuenta que había aumentado el número de nacimientos de niños con malformaciones en sus extremidades, ojos, corazón y riñones, y con un poco de investigación dieron con el responsable: la talidomida. Esta tragedia, que afectó a alrededor de 10.000 niños en 46 países, llevó a retirar este medicamento rápidamente de todas las farmacias del mundo y promovió la realización de experimentación y pruebas de toxicidad de los medicamentos antes de lanzarlos al mercado. ¿Qué tiene que ver esto con los isómeros? Bueno, resulta que la talidomida, al ser sintetizada, se presenta en una mezcla de dos isómeros ópticos: la forma R y la forma S. Esto quiere decir que son dos moléculas casi iguales, excepto que una es imagen especular de la otra, como nuestras manos (que son casi iguales, pero no podemos hacerlas coincidir sobreponiéndolas, sólo enfrentándolas). En el caso de las dos formas de la talidomida es el mismo principio, siendo la forma S teratogénica (produce malformaciones durante el desarrollo) y la forma R, sedante.

Después de esto, ya imaginarán que agregarle un átomo de oxígeno al agua (H2O) para formar agua oxigenada (H2O2) no es algo para tomar tan a la ligera.


Las maravillas del agua oxigenada

El oxígeno, como elemento, es un componente fundamental de todos los seres vivos. Es parte de lípidos, proteínas, azúcares y de nuestro ADN. Dos átomos de oxígeno unidos por un enlace forman el oxígeno molecular (O2), un gas presente en el aire que respiramos. A través de los pulmones, el O2 ingresa a nuestro cuerpo alcanzando los glóbulos rojos en la sangre, quienes lo transportan a todos nuestros tejidos. Una vez allí, el O2 ingresa a las células y se dirige a las mitocondrias, donde participa en un proceso llamado respiración celular. Este proceso es el que finalmente dará como producto agua, dióxido de carbono o CO2 y energía. Parece indispensable, ¿verdad? Pues lo es, ya que sin oxígeno no podemos vivir (sólo pueden algunas bacterias que usan otros compuestos en su proceso de respiración celular). Sin embargo, a veces este proceso no funciona de manera perfecta y genera moléculas llamadas especies reactivas de oxígeno.

Las especies reactivas de oxígeno son moléculas pequeñas que, como su nombre lo indica, contienen oxígeno y que tienen la capacidad de reaccionar fácilmente con otras moléculas del organismo, oxidándolas. Entre las especies reactivas de oxígeno que se producen naturalmente en el cuerpo se encuentran el ión superóxido (O2-), el ión hidroxilo (OH-) y adivinen... el peróxido de hidrógeno. El efecto oxidativo de estas moléculas puede afectar a los lípidos, proteínas y al ADN, dañándolos. En condiciones normales, estas moléculas se mantienen en cantidades muy pequeñas dentro y fuera de las células, tal que el daño que puedan causar es reparado rápidamente por los mecanismos protectores del organismo. Además, existen otras moléculas llamadas antioxidantes que mantienen bajos los niveles de estas especies reactivas.

Fagocito, adaptado de Fournier y Parkos
El peróxido de hidrógeno, como ya lo mencionamos, tiene propiedades oxidantes (aunque no es tan reactivo como el superóxido o el ión hidroxilo). Sin embargo, su acción dentro del organismo no es sólo dañina. Una de las funciones celulares del H2O2 es defender al organismo de agentes patógenos como las bacterias o los virus. Como parte de nuestro sistema inmune, existen unas células llamadas fagocitos, encargadas de “comerse” a los agentes invasores. En el momento que estas células fagocitan o “se tragan” a las bacterias, producen y liberan H2O2 al espacio donde está el patógeno, causándole daño celular gracias a su efecto oxidante y... ¡VOILÀ!, adiós bacteria. Además de su efecto bactericida, el H2O2 puede actuar dentro de las células como una señal, una molécula que lleva mensajes de un lado a otro del citoplasma. Por ejemplo, se ha observado que para que la insulina ejerza su efecto en las células, es fundamental la presencia de H2O2 como mensajero.

Ahora el agua oxigenada no parece tan mala, ya que la necesitamos para que nuestras células puedan funcionar de manera apropiada y defenderse de los ataques de patógenos externos. Y en caso que su cantidad aumente más de lo que debería, existen enzimas antioxidantes como la catalasa y la peroxidasa, que convertirán el H2O2 en agua y oxígeno molecular, los cuales no nos harán daño. Pero ¡CUIDADO!, como ya mencioné antes, no todo es tan simple cuando de química se trata.

El agua oxigenada es naturalmente producida en nuestro organismo y mientras mantenga sus niveles bajos y controlados, todo está bien. Pero así mismo ocurre con otras sustancias como el cobre o el hierro y no andamos tratando de comernos los clavos y los cables, ¿verdad? El agua oxigenada tiene diversos usos, como ya sabrán. Por ejemplo, funciona como bactericida, de la misma manera que la utilizan nuestras células defensoras. ¿Recuerdan a sus madres echando agua oxigenada en las rasmilladuras y cortes? (¡Auch!). Sin embargo, es más eficiente para desinfectar superficies que para aplicarla en heridas, ya que las enzimas antioxidantes del cuerpo transforman rápidamente el H2O2 en agua y O2, por lo que no alcanza a ejercer mucho su efecto. ¿Y la espuma que sale cuando se aplica en la herida? Pues es nada más y nada menos que el O2 liberado en esta reacción, el mismo gas que respiramos. Imagino que si recuerdan el agua oxigenada en las heridas también recordarán que duele. Pues el agua oxigenada además es irritante y dependiendo de su concentración, puede causar desde un leve ardor hasta ampollas y quemaduras.

El agua oxigenada comercial, esa que nuestras madres disfrutaban echándonos en las heridas, es una solución al 3%, lo que significa que si tengo una botella de 100ml de agua oxigenada, sólo 3ml son H2O2 puro y el resto es agua. No parece mucho, pero en el comercio existe agua oxigenada más concentrada, por ejemplo la que sirve para decolorar el cabello (6%) o para blanquear los dientes (25-40%). De hecho, los tratamientos de blanqueamiento dental son a base de H2O2, pero dados sus efectos irritantes y corrosivos, puede causar quemaduras, sensibilidad o incluso destrucción del esmalte, por lo que debe ser realizado o supervisado por un dentista.

¿Y qué hay acerca de beber agua oxigenada? La ingesta de agua oxigenada puede causar náuseas, vómitos, hematemesis (vómito con sangre) y espuma en la boca. Además, su efecto irritante podría llegar a causar quemaduras dentro de las vías digestivas. Quizás en este momento ustedes estén recordando las enzimas antioxidantes que de seguro transformarán el H2O2 que llega al estómago en agua y O2, eliminando todo el riesgo y “oxigenando” nuestro cuerpo con el gas que se libera. Pero ¿qué pasa cuando llenamos un globo con gas?... ¡exacto! Se expande. Sólo 35ml de H2O2 al 35% pueden producir 3,5 litros de oxígeno en condiciones fisiológicas y nuestro estómago podría no ser tan elástico como un globo. Al ingerir agua oxigenada, el oxígeno producido por la acción de las enzimas puede causar distensión gástrica, la que podría ser bastante dolorosa y terminar en un desgarro de las paredes del tubo digestivo. La espuma producida también es un problema, ya que podría subir por el esófago y causar la obstrucción de la vía respiratoria durante la inhalación.

Cámara hiperbárica para tratar la embolia gaseosa
Aunque estos efectos ya suenan bastante dolorosos, hay un peligro mayor, uno para el que no necesito beber grandes cantidades de agua oxigenada o una solución muy concentrada. El oxígeno liberado de la reacción antioxidante, ese que pretende “oxigenarnos”, es un gas que como muchos gases, puede atravesar sin mayor dificultad los tejidos del cuerpo. Este oxígeno puede llegar fácilmente a la sangre y como los glóbulos rojos en ella ya se encuentran naturalmente saturados de O2 (ya no pueden cargar más), queda disuelto formando burbujas y puede producir lo que se conoce como una embolia gaseosa, es decir, un tapón de gas que es capaz de tapar un vaso sanguíneo impidiendo que la sangre fluya hacia los tejidos y finalmente matándolos, paradójicamente, por falta de oxígeno. Dependiendo del lugar donde se encuentre el vaso que se tapa con la burbuja, una persona podría desde sufrir una parálisis parcial hasta morir por un infarto cerebral o una fibrilación ventricular. La verdad, suena bastante poco alentador.

El agua oxigenada sin duda puede ser nuestro aliado. Lo es al interior de nuestro cuerpo ayudándonos a defendernos de los agentes patógenos y actuando como una señal intracelular, o fuera desinfectando superficies y así previniendo enfermedades. Sin embargo, también puede ser nuestro enemigo dañando nuestras células, enfermándonos y produciéndonos la muerte. He aquí donde debemos acordarnos de las complejidades de la química y recordar aquella frase de Paracelso que dicen que dijo: “nada es veneno, todo es veneno; la diferencia está en la dosis”...y en cómo lo administramos.



Javiera Castro Faúndez
Dra(c) en Ciencias Biomédicas
Laboratorio de Sueño y Cronobiología
Universidad de Chile




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6 comentarios:

  1. Muy bien explicado, al llegar al final encontre quien lo escribio y dije ¡ah! tenia que ser, muy bien Javiera Castro

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  2. No puedo creer que se promueva el consumo de agua oxigenada!!!....tremendamente irresponsable...manga de pelotudos...excelente articulo javiera

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  3. esta buena la idea, pero el articulo -a pesar de ser muy informativo- es demasiado largo y latero si pretenden q lo lean quienes serian capaces de tomar agua oxigenada...

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  4. Brillante!

    Igual, hubieses aprovechado también para hacer un breve recordatorio de aquella otra forma del oxígeno que, si bien allá arriba en la estratosfera nos protege de la radiación UV del sol, adentro de nuestro cuerpo puede llegar a ser bastante tóxico e irritante. :3

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