martes, 1 de julio de 2014

Un mar bajo el desierto

Foto: Smithsonian Institution
En el norte de Chile, cercano a la ciudad de Caldera, tuvo lugar uno de los hallazgos paleontológicos más relevantes del último tiempo. En un tramo de la ruta 5 norte, durante la ampliación de la doble vía, fueron encontrados cerca de cuarenta esqueletos de ballenas y otros vertebrados marinos, con una edad aproximada entre 9 y 6 millones de años de antigüedad. Esta inusual aglomeración ha sido interpretada por el equipo que estudió el sitio como la acumulación sucesiva de a lo menos cuatro niveles de varamientos, producidos por florecimientos de algas marinas tóxicas, en un periodo de tiempo entre 12 a 16 mil años. Además de los restos de ballenas, también se hallaron cachalotes, perezosos acuáticos (hoy extintos) y delfines con hipertrofía de los colmillos, como morsas, llamado Odobenocetops.

Foto: http://cerroballena.si.edu/es
Dado que sobre este sitio paleontológico se debían llevar a cabo las obras de ampliación de la nueva autopista, el rescate de los fósiles fue realizado contra reloj y por primera vez se utilizaron tecnologías de escaneo láser para digitalizar los fósiles en terreno. Esto permitió no solo generar una base de datos con todos los hallazgos realizados en terreno y reconstruir el sitio sobre una plataforma web, sino que además permite, mediante la información resguardada, el poder generar copias con el uso de impresoras 3D a la escala deseada de cualquiera de los fósiles descubiertos en terreno. El uso de esta herramienta, en consecuencia, permite acceder en cualquier lugar del mundo al sitio paleontológico tal cual se descubrió previo a su intervención, así como a cada uno de los fósiles, los cuales pueden ser impresos desde cualquier lugar del mundo con la información libremente disponible a través del sitio web habilitado por los investigadores. De hecho, recientemente la mayor impresión 3D de una de estas ballenas ha sido exhibida en el Smithsonian Institution en Washington DC, EEUU.


Foto: James Parham
Este trabajo fue posible gracias a la colaboración conjunta de los investigadores Nicholas Pyenson (Smithsonian Institution), James Parham (Jhon D Cooper Center), Jorge Velez Juarbe (Smithsonian Institution), Carolina S. Gutstein (Universidad de Chile), Mario Suárez (Universidad de Chile) y David Rubilar (Museo Nacional de Historia Natural), además de la colaboración de Ana Valenzuela (Universidad de Chile), Catalina Carreño (Universidad de Chile) entre otros.





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