¿Alguna vez has despertado 2
minutos antes que la alarma suene? ¿O sentido hambre todos los días a la misma
hora cuando se aproxima el almuerzo? Apostaría a que a todos nos ha pasado más
de alguna vez. Muchos de estos fenómenos que nos ocurren una vez al día están
controlados por un reloj interno, diferente en aspecto a los que cuelgan de
nuestras murallas o rodean nuestras muñecas, pero similar en su rol: marcar las
24 horas del día. La gran mayoría de los seres vivos, desde las bacterias hasta
los mamíferos, poseemos este reloj interno que permite el funcionamiento
sincronizado de nuestro organismo entero. Este reloj posibilita que el
organismo se prepare anticipadamente para los eventos del día, como el aumento
de la glicemia (cantidad de azúcar en la sangre) antes de despertar por la
mañana, e impide que procesos incompatibles ocurran a la vez, como tener hambre
cuando estamos durmiendo. Pero, ¿cómo luce este reloj?
La respuesta es: depende. Las
bases del funcionamiento de este reloj, sus partes y su mecanismo son muy
similares a nivel molecular: genes, proteínas y sus interacciones. Sin embargo,
su localización y la manera en que sincroniza al organismo difieren entre
especies. Por el momento, hablaremos sólo del reloj en mamíferos y dejaremos
para otra ocasión a otros seres vivos.
En el cerebro de los mamíferos
existe una región denominada hipotálamo, encargada de funciones básicas del
organismo, tales como el control de la temperatura, del sueño, del apetito y el
control circadiano.
…¿circa…qué?
Creo que antes de continuar necesitaremos
algunas definiciones. La palabra circadiano proviene del latín circa = alrededor de y dies
= día. Por lo tanto, circadiano quiere decir alrededor de o aproximadamente un
día. Los ritmos circadianos son todos los procesos que tienen una duración de
aproximadamente 24 horas y que se repiten a diario. Por ejemplo, el ciclo
sueño-vigilia (el tiempo entre que despertamos una mañana y el despertar a la
mañana siguiente) es circadiano.
© National Institute of
General Medical Sciences
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Entonces, volviendo al reloj, en
el hipotálamo existe una región denominada núcleo supraquiasmático (por su
ubicación sobre el quiasma óptico), el cual es conocido como el reloj central o
maestro. ¿Por qué ese nombre? ¿Es este el reloj del que hemos estado hablando?
Algo así. El núcleo supraquiasmático funciona como un gran reloj que, mediante
señales nerviosas y humorales, sincroniza al sistema circadiano para que todo
el organismo funcione de manera coordinada y además, gracias a que está
conectado directamente con la retina, percibe la luz ambiental y se pone a la
hora de acuerdo a ésta.
Hastings et al. Journal of
Endocrinology (2007) 195, 187–198
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Pero este núcleo no es el único
reloj. El sistema circadiano está formado por muchos otros relojes, ubicados en
la mayoría de las células de nuestro cuerpo: piel, hígado, corazón, glándulas,
cerebro. Todos ellos tienen sus propios relojes, que deben ser puestos a la
misma hora, para que el organismo entero funcione armónicamente. De esto se
encarga el reloj central, de poner todos los relojes a la misma hora y de
sincronizarlos con la hora del día, dada por la luz ambiental. Por lo tanto, el
sistema circadiano puede ser considerado como un sistema formado por todos los
relojes del cuerpo, llamados relojes periféricos, que son sincronizados por un
reloj central, ubicado en el núcleo supraquiasmático. Entonces, ¿todo nuestro
cuerpo es un gran reloj? Podría decirse que sí. Y gracias a eso es que sabemos
a qué hora dormir o despertar y a qué hora comer sin tener que mirar el reloj.
Javiera Castro Faúndez
Dra(c) en Ciencias Biomédicas
Dra(c) en Ciencias Biomédicas
Laboratorio de Sueño y Cronobiología
Universidad de Chile
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