jueves, 14 de febrero de 2013

En el corazón de San Valentín


“Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
Vida, nada me debes, vida, estamos en paz”
Amado Nervo.


Hoy día el mundo celebra el día de San Valentín en recuerdo del mártir cristiano (cuya existencia es discutida) que vivió en el siglo III y murió un catorce de febrero. En este día se conmemora el amor y la amistad, aunque la fiesta se asocia principalmente con el amor romántico.

Precisamente de eso me gustaría hablarles hoy. Del amor. Del amor romántico, el amor de pareja. Ese que te mueve el piso, que ha inspirado a artistas, poetas, filósofos y, por supuesto, también a científicos. Quiero hablarles de esa virtud que, al mismo tiempo, parece ser completamente inconfundible e inexplicable, de esa experiencia que puede sacar lo mejor (y también lo peor) de todos nosotros, de ese sentimiento sin el cual para muchos de nosotros la vida no tendría sentido.

De hecho, no conozco a nadie que no tenga algo importante que decir acerca del amor romántico. Todos tienen su opinión al respecto, desde cínicos hasta idealistas. Entonces, creo que vale la pena preguntarse ¿tiene la ciencia algo que decir sobre el amor?

En tres palabras: sí, por supuesto (para una explicación más detallada, por favor, continúe leyendo).

Durante los últimos cien años la psicología -y más recientemente la neurobiología- han tratado de entender los orígenes y mecanismos del amor. Los avances han sido bastante significativos. Hemos pasado del completo misterio y desconcierto a una ignorancia mediocre. O, en palabras más optimistas, podemos decir que cada día sabemos un poco más, cada día estamos un paso más cerca de llegar a comprender uno de los grandes misterios que sigue con vida. Comprender la biología del amor puede llegar a ser una gran revolución dentro de la ciencia y en la actualidad se están haciendo grandes esfuerzos por conseguirlo.

Hay evidencia en la cotidianeidad científica que apoya esta noción. Hace algunas décadas se creía que no era posible estudiar el amor desde una perspectiva científica. Esos temas solo cabían dentro de la filosofía o el arte. Hoy en día nos dejan hacer tesis doctorales al respecto y, a veces, hasta nos becan.

El amor es un fenómeno presente en todas las sociedades, independiente de la cultura. Es universalmente humano y uno de los sentimientos más fuertes que podemos llegar a desarrollar. Además, a pesar de que es extremadamente difícil explicar en palabras cómo se siente estar enamorado, muchas de sus características principales son comunes en todos nosotros. Estas incluyen: una profunda relación de apego, euforia (“¡Ohhhh te amo, amo, amo, amo, amooooo!”) y atención focalizada hacia el o la amada, pensamientos obsesivos, dependencia emocional (“¡oh Dios, no puedo vivir sin ti!”), deseo compulsivo por estar junto a la pareja, aumento de energía en contacto con el ser amado y, por supuesto, profundo deseo sexual por la pareja (“me la comería con papitas mijita”).

La cordura se vende por separado.

El amor romántico es un proceso dinámico, que cambia a través del tiempo y que (lamentablemente) no suele durar toda una vida. Se inicia con una etapa de enamoramiento, caracterizada por altos niveles de excitación, de estrés y por un crecimiento meteórico en los niveles de intimidad y compromiso. Es la etapa en que somos pegotes y babosos, muy apasionados y algo molestos para los que nos rodean. Esta fase suele ser relativamente corta con una duración promedio de 6 meses. La etapa evoluciona cuando los niveles de excitación y estrés iniciales en la relación son reemplazados por sensaciones de seguridad y calma. Los niveles de pasión por el otro se mantienen altos y la intimidad también aumenta. Este período suele durar alrededor de 3 a 4 años.

El fin de esta fase la marca la disminución significativa de la pasión y deseo sexual por el otro y la relación de pareja se comienza a asemejar mucho a una profunda amistad. Se pasa de un amor pasional a uno mayormente marcado por el compañerismo. Esta transición entre la segunda y tercera etapa del amor romántico suele ser uno de los períodos más frágiles en las relaciones y marca un punto en donde el quiebre es común.

Sin embargo, existen numerosos reportes de parejas que nunca pasan por esta última transición y mantienen una relación de amor pasional durante muchos años, incluso décadas. Aún se desconoce cuál es o son los factores que determinan de quién nos enamoramos o que participan en las transiciones de una etapa a la otra.

En la actualidad existen numerosas líneas de investigación posibles en el fenómeno del amor romántico. Desde los factores químicos y endocrinos involucrados, estudios de los sistemas neurales que participan en éste, la psicología del enamoramiento y hasta las bases evolutivas de este sentimiento.

Sobre la química del amor sabemos bastante. Gracias a estudios en otros animales (y también en humanos) hemos llegado a conocer múltiples hormonas y neurotransmisores involucrados en este fenómeno. Entre estos se encuentran la oxitocina, vasopresina, serotonina, el cortisol, el factor de crecimiento neural y la testosterona. De hecho, algunos de estos compuestos son popularmente llamados “hormonas del amor”.

Sin embargo, en estricto rigor, es un error llamarlos así, por mucho que la prensa disfrute haciéndolo. Esto es porque si bien todos los compuestos mencionados anteriormente participan en el proceso de enamoramiento también cumplen otras funciones biológicas. Por ejemplo, mayores niveles de vasopresina se relacionan con la unión y el desarrollo de vínculo entre una pareja, pero también se produce en respuesta a la disminución del volumen sanguíneo, promoviendo la reabsorción de agua en los riñones. Y créanme, no va ayudarles significativamente que esa persona especial se enamore de ustedes si la invitan a salir cuando tenga sed.

De hecho, la mayoría de las sustancias químicas que son hormonas y neurotransmisores cumplen más de una función en nuestro organismo. El efecto de estos compuestos no depende intrínsecamente de ellos, sino del contexto, de qué receptor y a qué lugar del organismo afectan. Siguiendo el mismo ejemplo, para el caso del amor, la vasopresina afecta un receptor (llamado V1) ubicado en las áreas del cerebro relacionadas con las recompensas.

Por otra parte, las herramientas actuales que nos permiten ver de forma no invasiva el funcionamiento del cerebro nos han permitido “ver” por primera vez cómo es el cerebro de alguien que está enamorado. Si bien el número de estudios en este campo aún es bajo, ya se pueden sacar algunas conclusiones al respecto.


Algunas de las áreas del cerebro que muestran mayor actividad en el amor romántico son la corteza insular, la corteza cingulada anterior, el núcleo accumbens y el hipotálamo. Todas estas áreas son componentes importantes en lo que se conoce como el sistema de recompensa del cerebro y, además, algunas de ellas se superponen con las áreas que aumentan su actividad durante la excitación sexual. Junto a esto, se han observado áreas cerebrales que preferentemente disminuyen su actividad en el amor romántico, entre las cuales se incluyen la amígdala y la corteza prefrontal. La amígdala es una zona que se relaciona con emociones negativas (particularmente con el miedo) y la corteza prefrontal se relaciona con nuestra capacidad de juicio. Este último hallazgo es interesante pues evidencia un fenómeno que todos hemos podido presenciar en las parejas cuando están enamoradas: se vuelven literalmente estúpidas de amor. Es muy difícil para nosotros criticar y juzgar a quien amamos.


Pero, ¿de dónde viene el amor? Bueno, para explicar su origen es necesario recurrir a la biología evolutiva. Si bien no hay consenso dentro de los especialistas, una de las explicaciones que parece plausible tiene relación con el cuidado parental. Nuestra especie tiene uno de los cachorros más vulnerables que existen en el reino animal. Un humano adulto es un depredador formidable, pero un recién nacido dista incluso de ser autosuficiente. A diferencia de muchos otros organismos que pueden valerse por sí mismos desde el nacimiento (o a temprana edad), el humano es indefenso y dependiente de sus padres durante un tiempo muy prolongado (en la actualidad suele ser hasta los años universitarios).

Esto ha llevado a proponer la aparición del amor romántico como una fuerza que promovía la unión entre macho y hembra permitiendo la cooperación y facilitando la tarea de crianza del recién nacido. Así, las probabilidades de sobrevivir de un humano dentro de una pareja que se amaba eran mayores que dentro de una pareja que no. Esta idea se corresponde con el hecho de que las relaciones amorosas no suelen durar más de cuatro años, pero se incrementan con el nacimiento de más hijos.

Así, como una conclusión general, podemos decir que en la actualidad conocemos sobre cómo se desarrolla el amor romántico en la mayoría de las personas, cuáles son algunos de los factores neuroendocrinos y los sistemas cerebrales involucrados en el fenómeno y tenemos algunas ideas de cuáles fueron las presiones evolutivas que favorecieron el desarrollo de este sentimiento. Por supuesto, aún nos falta mucho por saber, en particular sobre los mecanismos que determinan de quién y cómo nos enamoramos.

A primera vista, esta breve revisión sobre el amor romántico puede parecer un tanto cínica para algunos, quizás algo cuadrada y un tanto fatalista. Quizás da la impresión que al intentar estudiar algo tan conmovedor como el amor romántico lo que se trata de hacer es matar su magia, es mostrar que no somos más que cambios de actividad cerebral modulados por sustancias químicas y un pasado evolutivo. Es mostrar que el mago de Oz es solo un charlatán con lengua de oro.

Sinceramente espero no haber causado esa impresión.

Por el contrario, como científico, los temas que estudio son los que me parecen más sorprendentes, conmovedores y hasta espiritualmente satisfactorios. Para mí estudiar y entender las bases biológicas del amor no causa ninguna mella en el amor que siento por mi pareja y dudo que cause alguna en el que ustedes sienten por las suyas. Por dar un ejemplo, el saber que una relación suele terminar a los cuatro años no disminuye mi confianza en que la mía dure para toda la vida (el amor nos vuelve idiotas, ¿no?).

De hecho el conocer más del amor me hace apreciarlo aún más, al igual que todos los nuevos descubrimientos me hacen emocionarme y conmoverme más con el mundo que nos rodea.

A fin de cuentas, una de las conclusiones más poderosas que nos ha dado el estudio del amor romántico es saber que es un universal humano. Todos los miembros de nuestra especie aman. Todos, sin importar su cultura. Es una característica biológica de nuestra especie, como los pulgares opuestos o la visión binocular. Somos siete mil millones de humanos que sufrimos y gozamos con nuestros Romeos o Helenas de Troya.

El amor está escrito a fuego en nuestra historia evolutiva y es, sin duda, una de las cosas que nos hace más humanos.

Feliz día del amor a todos y a todas.



Sergio Vicencio Jiménez
Dr(c) en Ciencias Biomédicas
Laboratorio de Neurosistemas
Universidad de Chile



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