domingo, 1 de septiembre de 2013

Love is in the air (o por qué agosto es el Mes de los Gatos)


Abro los ojos en medio de la oscuridad de mi habitación. Escucho ruidos que provienen desde el exterior, golpes suaves y esporádicos. Probablemente uno de esos me despertó. Enciendo la luz y miro mi reloj…las dos de la madrugada. De pronto, un ruido más fuerte seguido de varios más débiles me sobresaltan…y luego, miaaaaauuuu.

Gatos. Idolatrados por algunos y odiados por otros, son ya hace bastante tiempo parte de la vida de los humanos, parte del grupo de los animales “domésticos”. Y digo domésticos entre comillas, porque los gatos tienen fama de ser bastante más independientes que otros animales que comparten con nosotros, como los perros (aunque algunos experimentos dicen que no es taaan así), por lo que suelen gustar de salir de la casa de sus amos a dar largos paseos, cazar pequeños pajaritos o ratones e interactuar con otros gatos, especialmente por estas fechas.


Probablemente no soy la única que ha notado en estos días los ruidos en el techo o las serenatas de lánguidos maullidos. Y es que por algo se le llama a agosto el Mes de los Gatos, ya que es en estas fechas cuando tenemos una razón más para quejarnos del vecino dueño del gato o nos preocupamos por nuestras mascotas que salen a parrandear más de la cuenta y a veces vuelven con alguna secuela del carrete. Todos los años, a partir de agosto, nuestros felinos parecen andar con las hormonas revolucionadas, cantándole al sexo opuesto para hacerse notar y para encontrar un gatito o gatita dispuesto a pasar un buen rato. Love is in the air como dice la canción.

Pero, ¿por qué agosto? Porque se acerca la primavera me dirán ustedes. Pues sí pero, ¿por qué en la primavera?

Veamos. En términos reproductivos, existen los animales que se reproducen y paren durante todo el año y los que se aparean en una época particular y tienen sus crías en primavera y/o verano (animales estacionales). A su vez, estos últimos pueden ser reproductores de día corto o de día largo. Los de día corto, por ejemplo la oveja, se encuentran en estro o período de receptividad sexual cuando los días son más cortos, es decir en otoño. En cambio, los reproductores de día largo son sexualmente receptivos en primavera, cuando los días duran más, como nuestro protagonista, el gato. De esta forma, los primeros tienen períodos de gestación más largos que los segundos, ya que ambos van a parir a sus crías en época de buen tiempo y abundancia, es decir, primavera y verano. Así, será la cantidad de horas de luz o fotoperíodo la que determine cuándo los reproductores estacionales entren en estro y el amor inunde el aire.

Pasando la noche más larga en el solsticio de invierno (del hemisferio sur por supuesto), los días comienzan a hacerse cada vez más prolongados. Amanece más temprano y anochece más tarde cada vez. Este cambio en el fotoperíodo repercute en la fisiología de los seres vivos que habitan las latitudes medias y altas, produciendo los cambios que notamos principalmente en la primavera: aves cantando por todos lados, árboles llenándose de hojas verdes y flores y, por supuesto, gatos maullando.

El aumento de las horas de luz produce varios cambios en nuestros mininos. Los machos presentan un aumento en el peso de sus gónadas dependiente del fotoperíodo, sin embargo su producción y calidad de espermatozoides y los niveles de testosterona no varían significativamente durante el año, lo que los hace menos estacionales. Sin embargo, las hembras parecen ser mucho más sensibles al fotoperíodo, ya que el porcentaje de ovocitos maduros, de fecundación, de implantación y de cigotos que pasan el estado de mórula es mucho mayor en los meses preprimaverales y primaverales que el resto del año. Al parecer, ella es quien tiene la última palabra.

A menos que nuestros gatos sean transparentes (claramente no son), debe existir una manera en que los cambios estacionales de la luz lleguen a las gónadas. Hasta donde sabemos, los únicos receptores de luz en los mamíferos están en la retina, al fondo del ojo. Desde allí, parten unas neuronas especiales que no siguen a las neuronas visuales, sino que se dirigen hacia el reloj central del sistema circadiano, el que regula nuestros ciclos de 24 horas. Este reloj se encuentra conectado con la glándula pineal, ubicada también en el cerebro, que secreta una hormona llamada melatonina. La melatonina es una hormona muy especial, ya que se libera siguiendo un patrón circadiano, con niveles muy bajos durante las horas de luz y altos en las horas de oscuridad. Pero la característica más importante que hizo que los científicos se fijaran en ella para descubrir los misterios de la reproducción estacional, es que el tiempo que la melatonina permanece elevada depende del largo de la noche. Si las noches son largas, la melatonina permanece elevada por más tiempo que si las noches son cortas. De esta manera, el nivel de melatonina refleja el fotoperíodo.


La melatonina tiene varias funciones en el cuerpo. La más importante para este caso, es la regulación de la secreción de hormonas sexuales. Cuando los días se hacen más largos, la melatonina se secreta por menos tiempo ya que la noche es más corta y esto estimula la mayor liberación desde el hipotálamo de la Hormona Liberadora de Gonadotrofinas (GnRH). Esta hormona viaja a través de la sangre hacia la hipófisis ubicada justo debajo del hipotálamo e induce la secreción de dos hormonas que seguro han oído antes: la Hormona Luteinizante (LH) y la Hormona Folículo Estimulante (FSH). Estas hormonas van a través del torrente sanguíneo hacia las gónadas de nuestros gatitos (también hacia las nuestras y las de otros mamíferos), produciendo aumento en el tamaño de los órganos sexuales y desarrollo de los ovocitos, para así finalmente promover el estro y quedar listos para la acción. En las gatas, esta entrada en estro puede ocurrir varias veces durante la estación primavera-verano, por lo que se les llama poliéstricas estacionales. Así que si en el primer celo no encontraron macho digno, habrá más oportunidades.

Todos estos cambios se reflejan también en la conducta de los gatos, que comienzan a comportarse como adolescentes: salen más seguido, dedican canciones, se saludan cariñosamente y se aparean…o se pelean. Y es que según los pocos estudios que hay en conducta de gatos en período reproductivo (debe ser difícil observar a los gatos cuando se escapan), los machos no parecen ser buenos para pelearse con otros machos como uno tendería a pensar. Según estos estudios, las hembras que aún no están receptivas suelen rechazar de maneras poco amorosas a los machos que intentan acercárseles con algún argumento no tan convincente. Y como los machos son unos caballeros, reciben su arañazo dignamente sin responder y se retiran. Usualmente en el reino animal, no es común que los machos ataquen a las hembras y el caso de los gatos no es una de las excepciones. Entre machos ocurren enfrentamientos y aunque pueden terminar a golpes, no suelen pasar de amenazas encorvando la espalda, engrifándose y siseando. Normalmente, uno de los dos se da por vencido antes de dar la pelea y mejor se busca otra gatita. Total, hay más peces en el mar.

A esta altura, quizás haya algún dueño que esté pensando que algo raro debe pasar con su gato, que anda “acalorado” todo el año o pariendo gatitos cuando hace más frío. Aquí retomaré lo que mencioné al comienzo acerca del conocimiento popular, que dicta que los gatos son animales súper independientes de los humanos. A pesar que salen por ahí a cazar o pueden resultar más ariscos con las personas que los perros, la vida moderna de la sociedad afecta sus costumbres y su fisiología tanto como afecta la nuestra. Los gatos más caseros, que viven en departamentos o son tan regalones que jamás salen de casa, tienen menos contacto con el fotoperíodo natural propio de las estaciones. No se percatan que los días son más largos o más cortos, ya que en casa, mientras el dueño esté despierto, hay luz artificial y la noche comienza cuando el dueño lo decide. En estos casos, los gatos pueden perder la estacionalidad y ser capaces de reproducirse año corrido, simplemente gracias a la luz artificial. Así como ocurre con los ciclos estacionales, los humanos también influimos en los ciclos diarios de nuestros gatos, los cuales son más diurnos o más nocturnos dependiendo de las horas de interacción con su amo, las horas en que estos los alimentan o las horas en que éstos duermen. Nuestros mininos se adaptarán a nuestros ritmos.

Sin embargo, aquéllos más rebeldes y celosos de su libertad gatuna seguirán recorriendo el barrio en los meses primaverales, buscando pareja y deleitándonos (o no) con sus serenatas de amor.


Links de interés:
La BBC lanzó en junio pasado el programa La Vida Secreta de los Gatos. Este proyecto incluyó seguimiento por GPS y cámaras colocadas en los gatos, logrando grabar lo que hacen mientras no los vemos. Muy recomendable.



Javiera Castro Faúndez
Dra(c) en Ciencias Biomédicas
Laboratorio de Sueño y Cronobiología
Universidad de Chile





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