lunes, 23 de junio de 2014

El cerebro y la máquina

Si pudiéramos volver al pasado, una semana antes del inicio del mundial de fútbol, me habrían escuchado decir hasta el cansancio que durante la apertura del evento, un joven parapléjico se iba a levantar de su silla de ruedas para dar el puntapié inicial de esta fiesta del balompié. Por favor, antes de continuar, tómense unos segundos en digerir esta idea. Un hombre, incapaz de mover su piernas, iba a hacer lo imposible: volvería a andar de nuevo frente a la mirada del mundo, mostrando al planeta lo cerca que estábamos de ayudar a caminar nuevamente a los más de veinte millones de personas que viven paralizadas en la Tierra.

Estoy seguro que pueden imaginar las grandes expectativas que tenía al respecto. Lo emocionado, lo ansioso que estaba de poder ver la fiesta inaugural. De hecho, siendo un aficionado al fútbol, me vi con más ansias de observar esa demostración que el primer partido y todos los otros que le iban a seguir. Quizás por eso es que este ensayo dista mucho de ser completamente objetivo.

Este evento, jamás visto en nuestra historia, había sido prometido por el Dr. Miguel Nicolelis, uno de los neurobiólogos más destacados de su generación. El Dr. Nicolelis había gestionado esta demostración como una forma de divulgar los avances de la ciencia en el área de la neuro-rehabilitación, como una forma de diseminar la pasión por el conocimiento científico a todo el mundo. Pero, ¿cómo se llevaría acabo? Pues bien, mediante el uso de una máquina que, controlada a través de la mente, reemplazaría las piernas del sujeto. El aparato había sido desarrollado dentro del proyecto “Andar de Nuevo” involucrando la participación de más de 150 especialistas de todo el mundo. Este consistía en un exoesqueleto de 178 cm de altura, 70 Kg de peso y provisto de electrodos capaces de registrar las actividad eléctrica del cerebro desde la superficie del cráneo, haciendo posible la interfaz entre el cerebro y la máquina.

Claramente la idea de poder controlar una máquina con la mente no es nueva. Matrix o Robocop son solo algunos ejemplos que ilustran nuestro sueño de ser capaces de interactuar con un dispositivo artificial directamente con el cerebro. Y en el papel la idea no parece ser tan difícil. Lo único que hay que ser capaces de hacer es registrar un patrón claro de actividad cerebral y asignarle a ese patrón un comando específico de la máquina.

Sin embargo, en realidad, solo en las últimas décadas se han logrado realizar avances significativos en este campo. Esto se debe a muchos factores, entre los cuales se encuentra la dificultad en el análisis de las señales provenientes del cerebro (y más aún en tiempo real), lo que solo se ha conseguido con el desarrollo de nuevas y más poderosas tecnologías de computación. También está el hecho que las señales registradas mediante técnicas no invasivas, a través de electrodos externos, son muy débiles y con una resolución pobre. Esto hace difícil la tarea de poder distinguir una señal de otra y, según algunos expertos, vuelve inviable el uso de sensores externos para el diseño de las interfaces cerebro-máquina más sofisticadas.

Es por esto que, para algunos de los avances más grandes que ha habido en este campo, se han utilizado electrodos implantados directamente dentro del cerebro. Así, la capacidad de distinguir distintas señales cerebrales aumenta significativamente, pero implica necesariamente la realización de un procedimiento quirúrgico a los sujetos voluntarios. Quizás uno de los casos más notable de este tipo de interfaces fue el dado a conocer por la iniciativa BrainGate Collaboration, en la cual una mujer tetraplégica consiguió mover un brazo mecánico gracias a una serie de electrodos implantados en su corteza motora. Ahora, si eso había sido impresionante, lo que iba suceder el 12 de junio -ver a alguien volver a caminar- sería absolutamente alucinante.

¿La verdad? Yo pensaba que iba a serlo. Pensaba que el mundo estaría a la espera de una promesa como esta, casi como lo estuvo hace 45 años cuando un miembro de nuestra especie dio ese gran paso para la humanidad. Lo digo en serio y no creo que exagere. La posibilidad de ver a alguien volver a andar gracias al esfuerzo combinado de nuestra sociedad debería ser una noticia cercana a la de la llegada del hombre a la Luna. Pienso que debería haber sido esperada por todos con ansias y que, en caso de no haber llegado, deberíamos haber pedido... no, exigido las explicaciones correspondientes.

Pero eso no fue lo que sucedió.

El puntapié inicial no estuvo en pantalla más de dos segundos y no pudimos ver prácticamente nada de lo que se había dicho antes del evento. No fue la demostración que esperábamos y tampoco creo que haya logrado diseminar la pasión por la ciencia a través del globo. Fue un momento insignificante, fantasmal, que se perdió entre la música, el baile y los jugadores.

Lo ocurrido durante la inauguración del mundial de fútbol 2014 me llenó de tristeza. No porque la investigación y trabajo del Dr. Nicolelis y colaboradores sea carente de mérito. De hecho por todo lo contrario, porque es una investigación con muchísimos méritos. Si bien me decepcionó, tampoco me llena de tristeza el que no hayamos podido ver la demostración en sí. Y, en este momento, ni siquiera me importa el saber si este prototipo de interfaz cerebro-máquina funciona (pues realmente para eso hay que esperar a que se publiquen los resultados de toda la investigación).

No. La verdad es que lo que más me entristece es que, aparentemente, a casi nadie le importó el haberse perdido un momento histórico, una demostración que hace solo algunos años atrás habría sido catalogada como ciencia ficción o incluso un milagro.

No hubo ni grandes reclamos ni grandes explicaciones. O al menos no estuvieron ni cerca de los expresados tras el partido inaugural entre el local y Croacia. Me duele que no haya habido indignación, que no se echara de menos. Me preocupa la aparente falta de interés y prioridad por la ciencia. Y sí, digo aparente porque aún sigo creyendo que bajo las circunstancias adecuadas, todos pueden apasionarse por el conocimiento científico.

De hecho, aquí es donde creo que esta una de las moralejas relevantes de lo sucedido la semana pasada. Esta indiferencia es una señal silenciosa, un murmullo presente para quien esté dispuesto a oírlo. Y nos dice que hoy más que nunca es fundamental divulgar ciencia. Nos dice que es necesario que el público se interese, se encante con la búsqueda de conocimiento. Nos dice que debemos invertir más para hacer realidad el objetivo principal que el Dr. Nicolelis tenía con esta demostración: el diseminar la pasión por la ciencia a través del mundo.

Nos dice que hoy, más que nunca, es fundamental transmitir el amor que muchos de nosotros sentimos por esta disciplina.


Sergio Vicencio Jiménez
Dr(c) en Ciencias Biomédicas
Universidad de Chile


Bibliografía anexa:


1 comentario:

  1. Había escrito un comentario, pero esta página me lo borro. Coincido contigo en la necesidad de difundir la ciencia, aunque no sé si este avance en particular eligió el mejor escenario, pensando que el mundial, aunque a los futboleros nos duela, se reduce a dinero, por tanto, los dos segundos de la transmisión seguramente responde a la necesidad de disponer más tiempo a mostrar a Jeilou.
    En fin, sigue adelante Sergio con esto, muchos se beneficiarán

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