lunes, 21 de enero de 2013

Ensaya con Ciencia: La contaminación del Aire en Santiago


Autor: Paulina Hidalgo Guajardo


La contaminación atmosférica de Santiago puede ser desglosada tanto por sus componentes como sus causas. El material particulado y los niveles de ozono suelen superar las normas primarias de calidad del aire, mientas que el monóxido de carbono lo hace en forma esporádica cada año, otros componentes tóxicos de esta contaminación como los NOx y SOx son una amenaza latente y solo se acumulan en algunas zonas industriales y en arterias principales.
En la actualidad el material particulado, seguido del ozono, son los objetivos centrales de las políticas de descontaminación.

Los niveles de contaminantes varían durante el año y también dentro de los distintos sectores de la ciudad, modelados por factores climáticos y topográficos que inciden sobre la ventilación y por ende inciden en la acumulación o dispersión de estos contaminantes.

Un ejemplo de esto son los niveles de material particulado que constantemente superan las normas en invierno, fundamentalmente debido al fenómeno de inversión térmica, el cual consiste en un enfriamiento de las capas de aire cercanas al suelo las que se vuelven más densas que las que se ubican sobre ellas, por lo que en vez de subir como sucede en días cálidos, se mantienen abajo, junto con los contaminantes que se acumulan hasta alcanzar niveles peligrosos para la salud.


Adicionalmente, la dispersión de las masa de aire se ve obstaculizada por las cadenas de montañas que rodean la ciudad y la baja velocidad de los vientos en las mañanas y tardes de invierno, si a esto se le suma el tráfico y la acumulación creciente de edificios de altura, tanto los factores de acumulación como generación de estos contaminantes son un factor de riesgo.

El ozono en cambio se comporta de forma distinta, teniendo sus máximos peak durante el verano, en especial en las zonas con mayor concentración de automóviles.

Es esta misma circulación vehicular la principal fuente de emisiones contaminantes de tipo material particulado y son estos mismos vehículos los que generan emisiones de CO, NOx y COV. Se suman a los generadores de contaminantes los solventes domésticos, las emisiones biogénicas, la industria, el comercio y la construcción.

Es claro que el tráfico vehicular es la fuente principal de los problemas actuales de generación de material particulado y ozono de la ciudad. Siendo imperante seguir generando medidas preventivas y paliatiavas medioambientales frente a un siempre creciente parque automotriz e inmobiliario.

La contribución de la industria se ha reducido significativamente a partir de la aplicación de medidas de control iniciadas a comienzos de la década pasada, lo que puede servir de un buen ejemplo acerca del resultado de generar acciones directas para prevenir el aumento de la contaminación en nuestra ciudad.

Los Santiaguinos están expuestos a una variedad de contaminantes atmosféricos tóxicos, llamados así porque aún en minúsculas concentraciones tienen efectos mutagénicos o cancerígenos, a menudo en forma acumulativa en el tiempo, lo que los hace observables sólo en el largo plazo. Adicionalmente, su acción puede presentar características de sinergia en que el daño por exposición a un tóxico se refuerza por la exposición conjunta a otro(s). Sin embargo no solo son daños directos sobre la salud los implicados, también se ven afectados bienes públicos y recursos que deben ser usados en mitigar estos efectos.

El material particulado agudiza problemas de enfermos bronquiales al ser inhalado, irritando membranas mucosas, dificultando la respiración, además de tener propiedades carcinógenas y de daño hepático.

El efecto del ozono en cambio es más débil. Para cuantificar estos impactos, es necesario realizar un seguimiento más sistemático de los efectos en salud, ya que la información disponible es escasa.

Estos efectos de corto plazo podrían ser solo la punta del iceberg. Los efectos de largo plazo aún no se han cuantificado. Los estudios sobre los efectos crónicos son costosos y requieren de mucho tiempo.

La exposición prenatal e infantil a metales pesados, benzopirenos, hidrocarburos aromáticos policíclicos y otros compuestos orgánicos pueden tener efectos mutagénicos y/o cancerígenos, causar alteraciones biológicas y tener otros efectos sobre las funciones del cuerpo y los órganos muchos años después de la exposición.

La contaminación atmosférica impacta negativamente sobre los materiales que se encuentran expuestos a ella, afectando sus propiedades químicas y/o físicas. Así, se estima que la reducción de los niveles de concentración de tanto el material particulado como de los gases óxido de azufre (SOx) y óxido de nitrógeno (NOx) traerán importantes ahorros en términos de mantención, especialmente en relación a los daños provenientes de cambios a las propiedades físicas y químicas de las estructuras y superficies de los bienes urbanos. Existen numerosos bienes urbanos que se verían beneficiados en la Región Metropolitana: edificios, casas, automóviles, estatuas, bancos públicos, señales de tránsito, etc.

Tanto el ozono como los óxidos de azufre inciden negativamente en el crecimiento de la vegetación. De esta forma, las mejores condiciones atmosféricas aumentarían la productividad de la actividad agrícola de la Región Metropolitana y sus alrededores. Con ello, se lograría un aumento de los ingresos para los productores agrícolas ubicados en dicha extensión geográfica.

La mala calidad del aire genera numerosos episodios de alta contaminación, denominados episodios críticos, cada año. Ello obliga a aplicar reiteradamente una serie de medidas costosas para la sociedad, entre las que figuran, por ejemplo al declararse preemergencia: paralización del 30% de calderas de calefacción e industriales, procesos y panaderías; y aumento del total de vehículos prohibidos de circular, llegando a seis dígitos para vehículos no catalíticos.

Uno de los efectos más evidentes de la contaminación atmosférica es la disminución de la visibilidad. El PM10, el ozono (O3) y el dióxido de nitrógeno (NO2) contribuyen a reducirla. De esta forma, la disminución de la contaminación del aire resultará en una mejor visibilidad. Además de los beneficios estéticos asociados a un aumento del valor escénico de los entornos naturales y artificiales de la Región Metropolitana, una mejor visibilidad implica una disminución en el riesgo de contraer accidentes automovilísticos y un estímulo al turismo, entre otros beneficios.

La reducción de la contaminación implica costos significativos, que se deben tomar con visión de largo plazo, y medidas que afectan sistemas complejos, en particular el de transporte.

Teniendo esto en cuenta, se debe analizar por una parte los costos asociados a combatir los efectos adversos de la contaminación y los beneficios generados por reducirla. Si la contaminación es un costo a corto y largo plazo para el estado y si se pueden generar múltiples beneficios para los habitantes, los esfuerzos deberían enfocarse más bien en prevenir que en combatir la contaminación. La primera opción pareciera ser la más rentable, pues con una menor inversión de recursos se pueden generar resultados positivos a mediano y largo plazo mientras que la segunda parece ser más costosa, sin embargo necesaria frente a emergencias ambientales. Una planificación adecuada que tome en cuenta medidas urgentes para combatir el problema actual de contaminación ambiental y mecanismos eficientes para prevenirla es una necesidad no solo lógica, sino que una decisión netamente económica para el estado.



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